En 5 obras.

 

O la inminente fragmentación del post mas largo que he escrito:

 

 A mediados de junio se siente un cambio en la ciudad, de repente el brillo del sol se “clarifica” a cierta hora del día, a eso de las 4pm, las escuelas salen de vacaciones por lo que las calles se vacían convirtiendo los recorridos habituales de una hora en pequeños tramos de 20 minutos, la gente sale de vacaciones y en si el ritmo de vida en la gran urbe de modifica. Todos quisiéramos estar en la playa, pero no todos tenemos vacaciones, los ensayos siguen y a medida que se acercan los estrenos se intensifican, sin embargo por lo antes mencionado el ritmo de trabajo se acomoda de mejor manera dejando abierta la posibilidad de explorar mas ampliamente la cartelera teatral. En una ciudad como la nuestra las posibilidades son infinitas, y con el numero de semanas “libres” limitadas es necesario escoger bien las apuestas a las que como publico asistiremos, en mi caso he intentado presenciar 4 esquinas cardinales del quehacer teatral contemporáneo, intentando mantener la balanza de lo que el arte escénico esta siendo en estos momentos en este espacio, pero como menciono anteriormente solo es una pequeña muestra que tal vez no refleja el movimiento en general, pero si en lo particular,  o viceversa.

 Ciertas corrientes de la historia del arte estadounidense del siglo pasado explican cómo fue que durante la modernidad el fragmento se convirtió el eje central de la composición en el arte, tanto física como mental. Se asegura que esto se debió a la idea de que el acto mismo de fragmentar enaltecía el derrocamiento de las tradiciones represivas del pasado. Estas corrientes que ya han permeado las plásticas mexicanas y no son ajenas al teatro.

 En mi primer parada me acerco al Foro Shakespeare para ver una función especial de la obra Hamlet o el jardín de las suspicacias.  Una versión de Carlos Valencia a partir de la obra de Shakespeare. Solo dos personajes salen a escena sobre un escenario en horizontal que el publico rodea. Al principio parecía que la historia gira en torno a la relación de Ofelia y Hamlet, sin embargo conforme pasa la historia se devela que el conflicto principal es la relación de Hamlet con su madre. Dos historias que transcurren paralelamente (la aparentemente verdadera y la contada) se van entretejiendo para crear una ficción muy interesantemente resuelta con mecanismos escénicos muy sencillos pero de gran valor estético (como el uso de lo que parece ser huesos de animales). Tal vez en estos tiempos nuestra condición de “hombre contemporáneo” nos dificulta mantener nuestra atención de manera no esquizofrénica sobre un tema o una acción en particular, es ahí donde entra el reto del creador escénico para en no mas de hora y media contarte todo lo necesario que te hacia falta antes de entrar. Conformada a partir de fragmentos de la vida de varios personajes perfectamente resueltos por los actores, Hamlet o el jardín de las suspicacias se abrió camino durante un par de temporadas para reinventar una vez mas el mito como dirían los estudiosos, pero esta vez desde el contexto de violencia que estamos viviendo y el cual nos ancla en una realidad que a pesar de nuestra voluntad nos pone a reflexionar.

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Hamlet o el Jardín de las suspicacias. Foto de Gabriel Ramos

Un fin de semana después mi recorrido me llevo al sur, pero ahora no a un teatro, sino a un table dance sobre insurgentes sur para ver la obra Ghost Love, adaptación de Table Dance de Víctor Hugo Rascón Banda dirigida por Rodrigo de Rio. Es en este tipo de apuestas donde es evidente como la realidad supera a la ficción. En el segundo piso del table (el cual sigue abierto y operando mientras se lleva a cabo la representación) somos testigos como clientes asiduos al lugar de las historias de los personajes que ahí trabajan-habitan, bajo la custodia de “la mami”, gran presencia escénica e interpretación de Patricia Kurczyn, una a una vemos deambular, entre escena y escena, literalmente desnudas, a las bailarinas del lugar quienes temen una espectral presencia que hacia el fin de la obra va tomando forma, en algo ya tan sonado y cotidiano, que aunque no debería, deja de dar miedo. El espacio al que tenemos acceso es, además de la pista de baile los vestidores de las mujeres, delimitados por un poco de luz y un piso diferente, el hecho de que no hubiera ninguna puerta marcada y la “frontera” entre ambos espacios rompiera la convención por momento y en mi opinión hicieron falta un par de escenas mas para acabar de “redondear” la obra (¿por que nunca vimos a mas de una chica bailar?) Ghost Love es una de esas apuestas sui generis dentro del medio que se agradecen tanto por su trabajo actoral, así como por todo lo implicado en romper arquetipos y llevar el teatro a lugares donde nunca lo ha habido, en este caso, un table, donde artistas que representan teiboleras se mezclan con teiboleras que se sienten artistas. Fragmentos de vida superpuestos unos con otros, pero eso si, fragmentos al final de cuentas.

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Ghost Love. Foto Adela Luna.

Mi siguiente exploración me llevo al Centro Cultural Carretera 45, que por cierto a últimas fechas es un “must” dentro de los conocedores. Taladro, de la pluma y dirección de José Alberto Gallardo no es una obra que nos hable de algo fragmentado, mas bien es una obra que nos habla del proceso de esa fragmentación, haciendo alusión a su nombre y mediante mecanismos de representación contemporáneos y sencillos (un actor y una actriz hablando desde ellos mismos, totalmente opuestos en energías, pero que por eso se complementan, una licuadora, aditamentos para preparar una cena, un escritorio, etc.) se nos muestra una desgarrada historia aparentemente sobre una relación humana, pero es en el desarrollo de la misma que nos damos cuenta que nos puede hablar “del todo” pero contenido en nosotros, es uno de esos textos sumados a las partituras corporales de la actriz Adriana Butoi que indudablemente se te meten por cada uno de los poros de la piel. No se ven los fragmentos, pero si nos muestran en constante dialogo con el publico el como conseguirlos.

 

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Taladro. Foto Carretera 45 Teatro

Dos semanas después, ahí mismo, me acerco a Proyecto Siberia, una obra con una ya larga vida de la cual había escuchado mucho hablar y que por fin tuve la oportunidad de ver. “Esto no es crimen y castigo” comienza explicando uno de los personajes bajo la dirección de Mariana García Franco. Este es el resultado final de una larga exploración escénica, lo primero que me llama la atención es la plástica de la apuesta: una tela que recubre todo el escenario creando la imagen y sensación de mil parajes, tanto exteriores como interiores poblado con una gran cantidad de personajes-actores en su mayoría de caras conocidas. Como una reminiscencia del Paraíso Perdido del que todos fuimos expulsados en la primera parte los personajes nos hablan de Siberia y de cómo llegar hasta allá mientras las acciones se reducen al  intercambio de ropa entre los personajes-actores. Un texto complejo, pero de esos que no escuchas palabra por palabra, de esos que se sienten. En la segunda parte de la obra acompañada de un par de músicos el personaje y la actriz que se asoma de vez en vez declama en lo que baila la justificación del todo. Lo interesante en esa parte es el personaje-actor Marco Norzagaray y sus violentas intervenciones como enfatizando lo que ella dice, complementando esta sensación del texto antes mencionada. Representando tal vez ese monstruo de la infancia que nos expulso de aquel infantil paraíso. Todavía escucho en mi cabeza el grito de «Иисус Христос», (Jesus Christo). Como una interesante conclusión de esa búsqueda que los ejecutantes proponen, a pesar de no ser una obra “bonita” en el sentido estricto de la palabra, a pesar de que ellos reconocen al final que “No llegaron a Siberia” en un desolador panorama de soledad, a mi en lo particular me dejo con una sonrisa en la cara, una sensación de estar completo por dentro, no fragmentado,  a pesar de, como ellos evidencian, no lo estamos.

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 Proyecto Siberia. Foto Carretera 45 Teatro

Mi última noche libre del verano quise despedirme de esta sensación de esquizofrenia fragmentada en la que estamos inmersos con un show de Cabaret, dentro del marco de Festival Internacional de Cabaret se presentó en la Sacristía (en el centro de la ciudad) la cabaretera-performancera  Úrsula Martínez con su show Light my fire / Hanky Panky. Uno de eso perfomances que había visto mas de una ves retuiteados en el youtube , y que supongo que dentro de su contexto (el primero de protesta política) tuvieron que haber sido muy interesantes, sin embargo dentro del contexto de esta ciudad en estos días cambia totalmente. Hanky Panky  el show con que la artista ha dado la vuelta al mundo, es un simple truco de magia cuyo interés se logra al conjugarlo con un toque de erotismo mediante un streaptease, no puede haber cosa mas disociada que a su vez hace que funcione como espectáculo de cabaret, tal vez mas como espectáculo de fondo de un cabaret. Diez minutos sobre el escenario, un desnudo total y un simple pañuelo rojo funcionan para recordarnos que nuestra atención esta condicionada a lapsos cortos de tiempo y esto se ve reflejado en nuestras expresiones artísticas.

 

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Hanky Panky. Foto Úrsula Martínez

Ya alguna ves Heidegger intento meditar de este modo, o sea, buscar un sentido al despliegue unitario de los “cuatro elementos de lo cuadrante” a través del lenguaje, provocar inmediatamente la fragmentación de lo cuadrante. Ya que sólo es posible pensar en la “unidad” de lo cuadrante desde lo fragmentado y esto es porque, precisamente, el pensamiento fragmenta.  Entonces ¿por qué no habríamos de expresarnos así? Ya no es un pensamiento, en cuanto representación para poder llegar a la contemplación que no presupone un volver a separarse de lo contemplado. Es ya lo contemplado para siempre.

 

Corte a que ya es miércoles, el verano casi termina, mi café se termino y me voy corriendo a mi ensayo.

© Enrique Marín