o ¿De qué otra cosa podíamos hablar?

 

En Junio del 2007, la artista plástica Rosa María Robles inauguró en el Museo de Arte de Sinaloa Navajas, una serie de piezas, instalaciones y Ready Mades hechas con materiales reciclables, de desecho y de uso cotidiano, principalmente de origen policiaco y pericial. La instalación Alfombra Roja, una sucesión de cobijas a manera de alfombra, el piso del museo, las cobijas eran rojas pues habían sido usadas para cubrir cuerpos ejecutados, después de la inauguración las cobijas fueron decomisadas por la Procuraduría Estatal de Justicia como evidencia de crímenes relacionados con el narcotráfico. Un tiempo después Robles repitió la instalación en La Habana, usando cobijas cubiertas por su propia sangre.

Dos años después, en el 2009 Teresa Margolles también artista plástica y culichi, llevo al pabellón de México en la 53 Bienal de Venecia ¿De qué otra cosa podíamos hablar?, una serie de acciones que incluían una instalación de narcomensajes escritos en hilo de oro sobre telas ensangrentadas colgadas en las paredes del Palazzo Rota Ivanchich, piezas de joyería donde las piedras preciosas eran fragmentos de vidrio recogidos en el escenario de crímenes, entre otros. “Margolles dio en el clavo” afirmaba la crítica oficial. De los crímenes y el narcotráfico, de la violencia y el dolor, un tema incómodo para todos, en especial para nuestro presidente. En el 2005, por considerarla una apología de los criminales el Museo de Arte Contemporáneo de Matamoros se negó a exponer Glorious Pistols: de la A a los Zetas una semana antes de la inauguración, sin embargo el artista, Delgado Herbert sostiene que lo que hay en sus retratos de narcos es sarcasmo y enojo, y no admiración.

Y las artes escénicas, y el teatro en particular no se quedan atrás: el narco irrumpe de manera dolorosa en la ópera Únicamente la verdad: la historia de Camelia la Tejana, una composición acapella, solo con el sonido de las balas. Desde el sinaloense Óscar Liera que siguió los pasos del santo laico Jesús Malverde en El Jinete de la Divina Providencia y el chihuahuense Víctor Hugo Rascón Banda que desenmascaro los estragos del narcotráfico en una historia contada por mujeres en Contrabando hasta el también chihuahuense Antonio Zuñiga con Rompe-cabeza remitiendo las cinco cabezas humanas lanzadas a una pista de baile de Uruapan en 2006, pasando por piezas como Malverde de Alejandro Román y Yamaha 300 del sonorense Cutberto López, el narco esta allí, presente, obligándonos a voltear la mirada hacia otro lado.

El narcotráfico, ha sido tema presente desde hace años en los corridos y la literatura, se extiende a otros espacios del arte. Ocupa la primera plana de los periódicos, y desde allí se vuelve obra plástica, visual, teatral e incluso operística. Una realidad impuesta a los creadores y que ellos transforman para convertirla en denuncia. Mas actual no se puede. (Mucho más interesante y transgresora que hablar de pachucos, y alemanes, termas comunes en los montajes de la Compañía de teatro oficial mexicana.)

©Enrique Marín
(Con información de Reforma)

Rompe-cabeza, de Antonio Zuñiga, llevada a escena por Puerta al Teatro


Teresa Margolles: Autorretratos en la morgue (Detalle). Ensayo fotográfico de personas fallecidas en forma violenta, presentada en 1998 en el Museo de la Ciudad de Querétaro.


Rosa María Robles: Alfombra Roja: Ready-made-instalación de cobijas usadas para cubrir cuerpos relacionados con muerte violenta embarradas su propia sangre.