Crítica a «Lo que soñé…»

Por Conchi León

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LA CLOACA LUMINOSA

Conchi León

 Es interesante el fenómeno que esta generando «Lo que soé ese día que me quede dormido bajo el puente» de Antonio Zuñiga, bajo la dirección de José Alberto Gallardo y con las actuaciones del grupo «Carretera 45 Teatro».  Comentarios diversos, adversos, burdos y de todos sabores y colores. Vi la función la seman apasada y fui testigo de cierto sector del público que se siente incómodo con el dispositivo que los pone muy de cerca de la carne de los actores. Todo es políciamente incorrecto: un gordo semidesnudo que goza enseñando sus redondeces, autoerotismo y homosexualidad en un franco libertinaje; el cuerpo, la carne, los sentimientos expuestos en un espléndido espacio escénico creado por Jesús Hernández. Un hilillo de agua que corre a mitad del foro es el inicio de una serie de historias que dialogan sobre la soledad. Me tocó ver a una señora salirse cuando los actores se besan, al parecer salió a vomitar, no puedo asegurar que haya sido la escena, tal vez fue la cena que hizo mal efecto en el momento justo. No veo esta reacción de “asquito” como un hecho aislado porque leí alguna nota con comentarios homofóbicos o incluso misóginos al referirse a la actriz Isabel Benet por hacer un desnudo sin pensar en su edad. Comentario penoso y sin sentido: la actriz hace una construcción entrañable de su personaje de prostituta; reímos y cantamos con ella, sus senos al aire, sus piernas, su piel están completamente al servicio del personaje y eso es lo que uno espera de una actriz con la trayectoria y el talento de Isabel. La edad es visible en ella, es obvio: pero está visible en sus años de artista pues ellos respaldan el tremendo trabajo que realiza en escena.

Personalmente la obra no me escandaliza, no me parece que se haya llenado de desnudos o escenas sexuales porque no tiene nada que decir, por buscar una provocación gratuita o como resultado de un vano intento por salvar el texto. El vacío de la soledad que se contrapone con el intocable momento de la prostituta recostada en el mueble; compartiendo su felicidad del amor perdido, es hermoso. Muchos momentos lo son, me sentí ante una cloaca iluminada por muchos pedacitos de vida rota que quizá se glorifican en la escena, donde los actores ofrecen la ceremonia de su carne para que todos probemos de ella.

Un cruce de historias que tocan su soledad en el lugar donde más duele: sea éste el sexo, los senos, los testículos o el trasero.

Creo que una obra no puede quedarse sólo en el filo fácil del morbo o del ¿Era necesario? Es obvio que para el director lo fue. La puesta en escena lleva a los actores a experimentar juegos sexuales sin simulaciones de esas que generan humor involuntario. Son muchas las preguntas que quedan flotando en el ambiente ¿Yo haría algo así? ¿Los actores están contentos con verse exhibidos de esa manera? ¿Qué pasa con los otros públicos? Esos que van a pie convocados por el título y leen una advertencia pegada en el cristal del teatro.

Con todo, las funciones están llenas, pero creo que sería penoso llenar el foro de gente que se siente atraída por algo que comúnmente vemos en un soft porno, hay algo más en la puesta en escena, pero es necesario que hagamos a un lado los prejuicios absurdos. Vale la pena sentarse ahí y mirar sin mayor intento de interpretación o juicio moral. No creo justo que los boletos se agoten por un morbo barato, menos en tiempos como estos donde la pornografía está a nuestro alcance con un solo click. Vivimos bombardeados de mensajes subliminales y medios que nos acercan a perder los límites de la intimidad. Quizá la obra va también un poco de eso, de imágenes que en la pantalla de la computadora son inofensivas pero en el teatro son impensables.

Coincido con Rodolfo Guerrero en cuidar las escenas finales y la precisión interpretativa de las mismas. Salvo las actuaciones de Sandra Rosales y Mago Lozano que en varios momentos parecen sólo colocar un gesto y deambular por la escena sin estar del todo en la historia, las actuaciones son precisas, el neurótico, el mariachi gay, la prostituta y el oso, nos invitan a un recorrido por sórdidas paredes y nos empujan a asomarnos a la cloaca…pero esta vez, el lodo de adentro no es tan visible porque la cloaca está iluminada de humanidad.

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