Crítica a «Lo que soñé…»

Por Aurora Ares (auroares@hotmail.com)

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Acto seguido, aparece la veterana mujer vestida de geisha quien mantiene un romance con su masculino refrigerador, ambos concurren entre besos fríos no correspondidos, risas mudas y una terrible angustia constante. Ellos conviven dentro de un cubo que se pinta de apartamento disfrazado de un descuidado Belle Epoque, adornado con exuberante humedad en sus paredes antes color jade, donde de repente huele a violetas secas, mezcladas con disparos de Chanel y un poco de mierda.

Después, para retirar ese velo de zozobra el entremés de la noche, un bufón de circo… el actor, activista político o comediante nefasto “Juanito” exhibiendo la cabeza en forma de cerdo rosado del presidente de la republica, justo en medio de lo que pereciera un exclusivo club de frívolos bebedores de té quienes le celebran estoicos.

Abriendo paso la intima conversación de las dos prostitutas del metro, ataviadas de transparencias con bies de leopardo, de medallitas sagradas, de incurables nostalgias, del trago amargo de todas las mañanas antes del desayuno y del despertar solas, solas como siempre, con el día nublado y de esperar quizá alguno que otro sueño todavía fresco.

Esto ligado con el hijo desterrado del pueblo, un desobediente, un mariachi que se hace la vestida. Un marginado mas, el que vive arriba, en el nido de sucias palomas, con una triste sombra que lo viste de luces para que el pobre tan triste que da pena tenga su momento de júbilo. El asco y la desdicha le rozan el cuerpo intervenido, maniqueado, puesto de gris con amarillo igual al del niño abusado.

Y para cerrar… la historia corta del eterno amor, enamorado, loco, perdido sin reparo, sin resguardo y sin fuga, ese valiente que cruza el puente y se queda solo en el camino, aquel que acepta de todo hasta volverse un inanimado ornamento decorativo, un mueble desechable, fuera de temporada, soportándolo todo por una mirada que no recibe, ahí paciente, sentado con los ojitos secos, harto de llorar… Pero sobre todo Solo, bien solo como todos los demás… o quizás el mas solo del grupo, solo de si mismo.

Lo que soñé el día que me quede dormido bajo el puente es en verdad una obra difícil, tanto de realizar como de presenciar, un trabajo rasposo y agridulce. Pero que asertivamente pende de varios arneses muy eficaces, el principal: por supuesto el elenco, y la dirección cuya función realmente supera los intereses de los espectadores. actores dispuestísimos que anidan los personajes y los hacen verosímiles… huérfanos pintarrajeados, de corbata y taco alto, sucios, afligidos e infames pero con los ojos tan vacantes y tan desangelados que resulta imposible odiarlos.

El segundo arnés es la estética siempre bella, aunque por momentos rayando en lo sublime, esta pieza con todo su encierro, su grotesca sensualidad, sus pliegues y fluidos, sus texturas y sus pequeñas habitaciones verdes de pronto parecieran cuadros animados de Lucian Freud con todo y sus personajes femeninos, encantadores, coloridos y opacos al mismo tiempo, seres quizá retratados como en la lente de Cindy Sherman.

Y claro, el soporte principal, el texto, que nace desde la entraña de esta ciudad, de esta sociedad, un discurso honesto, desencajado y sensible, tristemente bello, alejado de simulacros y de la critica social panfletaria. Cuyo argumento espejea mas bien en un modelo de comportamiento puramente humano, expectante y atento entre la lucha del intelecto y la animalidad. Los personajes llenos de patrones condicionados a repetirse eternamente parecieran sorprenderse de lo que sucede en todo momento como prendidos por la emoción del recuerdo, el amor, la desesperación y la tristeza que han sentido por años y en todo momento, no buscan cambiar porque cambiar implicaría dejar de sufrirse y olvidarse.

Pero esencialmente porque así somos y así transitamos, entre Puentes conocidos o por conocerse, entre vínculos maltrechos que hacemos y deshacemos todos nosotros todos los días, somos como ellos… seres que aman, desdeñan, odian, lloran, danzan, ríen, desean, gruñen, cogen, babean, pero sobre todo… seres que sueñan… en consecuencia seres humanos.

Aurora Ares

© Two Twins

 

Originalmente publicado en:

 

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Aurora Ares es una artista multidisciplinaria que disfruta de los viajes en carretera y los palmitos enlatados. Estudió diseño de moda en el IES moda casa Francia, cine en el instituto Ruso Serguei Eisentsein y teatro en el centro cultural San Ángel. Cuando no está generando proyectos de difusión artística o cortometrajes  de animación o con temática experimental gusta de contemplar buenas obras de teatro a las cuales fotografía y reseña con intereses puramente de difusión. También se desempeña como actriz, vestuarista, escenógrafa, y productora de teatro independiente, además es el cerebro detrás de la firma de diseño Two Twins. Las fotografías oficiales de Henrich, ¿verdad? dependen en su mayoría de ella y colabora con las reseñas de las obras que más le han gustado.