Aurora, acuarela, 50 x 70 cm.

El retrato como la representación de una persona. Habla de sus características físicas y psicológicas en un momento determinado. Detiene el reloj para siempre y le roba al tiempo la imagen de un ser humano que tiene algo que contarnos. Lucia Lafón mediante la acuarela explora este formato, solidificando esencias.

Desde hace un par de meses empezaron a surgir en las fotos de perfil de mis conocidos en Facebook retratos en acuarela que inmediatamente llamaron mi atención. Acuarelas en colores vivos que me recuerdan ligeramente las de épocas pasadas que veía colgadas en casa de los abuelos, pero a su vez me hablan de una contemporaneidad arraigada en la llamada generación milenial.

Enrique, acuarela 50 x 70 com aprox.

 

 

Lucia es muy joven, nació en Chihuahua, México en 1995 y actualmente cursa la carrera de Artes Plástica en la Facultad de Artes de la Universidad Autónoma de Chihuahua, sin embargo ya suman varias exposiciones colectivas en su carrera y recientemente cursó un semestre de intercambio en la Facultad de Artes y Diseño de la UNAM, en la Ciudad de México oportunidad que le valió para conocer y ampliar su mentalidad con respecto al arte en general.

La obra de Lucia Lafón se centra en la búsqueda plástica, semántica y psicológica de la preocupación por externar mediante la acuarela (que ha servido como medio de empuje para su exploración artística) su gusto por la realización de retratos para poder interpretar la indagación e investigación de la psicología del color, en su capacidad para representar emociones, los fenómenos físicos de la corporeidad, la inmortalidad, y la presencia, insistiendo en la capacidad que tienen las imágenes para retener la memoria y como un ejercicio de introspección.

Cada retrato consiste en un análisis gesticular, emocional e intelectual de personas, que con el uso de la fotografía, le permite ser un intermedio de remembranza, en el que cada rostro conlleva una emotividad, un modo natural de ser. Usa los colores y la relación de las formas que crean en las pinceladas como guía para otorgarle al retratado una personalidad, un temperamento, un sello, otra forma de verse a sí mismo, como el espejo en el que todos quisiéramos mirarnos.

©Enrique Marín

 

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