Un punto de vista

Dinner After Shave

por Carlos Rojas

Mar de Plata-Argentina.-La Biblia, o quizás más bien Dios a través de ella, nos enfrenta a la cuestión, en juego siempre, en cada vuelta de cualquier camino transcendental que comprometa nuestro espíritu… ¿Estar o no estar? Esta pregunta aguda y demoledora se la hace seguramente todo ser humano en diferentes etapas de sus búsquedas. Muchas veces no sabemos la respuesta -casi nunca en verdad- pero seguimos avanzando, porque una fuerza más grande que nosotros mismos parece impulsarnos a cada paso.

          La historia de Dinner after shave, creación colectiva basada en la idea original de Ghalib Elhateb para la Fábrica de Integración Escénica de México, se abre en una época intemporal, en un espacio cerrado y teatralmente perfomántico, analogía cristiano-religiosa de la imagen barroca de Eva y Adán olvidados en el Paraíso. A través de la historia de dos decadentes personajes, instauración compuesta que aspereza las estructuras simbólicas del Edén. Cindy + Larry (resueltamente interpretados por Aurora Ares y Enrique Marín, jóvenes extraños, pero fascinantes) que viven juntos en una oscura, mal iluminada habitación en cualquier urbe del planeta. Vegetan encerrados como los personajes de Viridiana. Cada uno a su tiempo ha abandonado su realidad, el tiempo afuera no concurre, para instalarse en un estado de búsqueda de la creación del Ser humano.

          En el espacio íntimo de su comedor, opuesto al espacio público de la calle, en un vaivén de acciones cotidianas y rutinarias, así transcurre los días, los dos personajes casi ni hablan entre ellos, a veces emiten algunos sonidos desagradables que hacen parecerse a criaturas primitivas que ni se acusan ni muestran, que genera en ellos una creativa y desesperada tensión -a lo Manuel Puig- entre fantasía y realidad.

         Cindy compone magistralmente la figura femenina sobre el fondo barroquismo, que impone al amor y al sexo sus estereotipos. En nuestra actualidad esa estructura simbólica comienza a recibir las irrupciones de una incipiente modernización, en buena parte de mano de los cambios sociales que ratifica el cristianismo. Sin embargo, esa Eva perdida sigue siendo escéptica.

         ¿Cómo hacen dos personajes «sin Creador», solos, enajenados, en cualquier ciudad del planeta, ya sea Buenos Aires, Ciudad de México o Caracas, para encontrar un lugar en el espacio simbólico represivo que marcan esos estereotipos, en los roles o los intersticios de la iglesia católica? Cindy y Larry se relacionan de maneras conflictivas con esos estereotipos, padecen el «compromiso» de la represión impuesta en los roles de la sociedad cristiana (la metáfora del «edén» es una imagen que vuelve una y otra vez en la obra). Con parca libertad, ellos hacen los mismo que todos los días en un transcurrir real del tiempo, hacen «todo sentado” en la mesa, es en realidad la indiferencia funcional a la doble moral. La idea de los arquetipos se refiere a un aspecto más sutil. Es la búsqueda de modelos universales arraigados en la consciencia colectiva que afectan y conmueven profundamente al espectador, pues están sumergidos a través de los mitos en la memoria colectiva.

         Larry, el macho alienado, promueve la incipiente desesperanza, tiene con el sexo una relación menos preocupada y aburrida, pero a su manera deberá pagar por sus albedríos como macho alfa. Ambos saben también que los estereotipos tradicionalistas son espejismos que ocultan una realidad dolorosa de violencia e insatisfacción: su «Dios Creador» no encuadra con el adueñado padre de familia, sino con el castigador del que hay que escapar. En Dinner after shave no aparecen casi palabras en escena, sólo nos llegan susurros, pero ese Edén, sin duda, tiene forma viril, y es la verdadera protagonista de esta pieza. La poesía a la que me refiero -aunque es permanente en su necesidad para el hombre- es la poesía del lenguaje. El espectador actual busca un lenguaje que de algún modo haga una metáfora sobre la vida, pues el lenguaje coloquial o cotidiano parece dar muestras de agotamiento. Lo que incrimina más visiblemente Dinner after shave es que no ha conseguido una línea conductora del relato y que la puesta nos lleva de la mano arriesgadamente, con lo cual corre el riesgo indudable de no llegar a relacionarse al público medio.

         En este primer arribo de Dinner after shave, se construye con inexorable sabiduría teatral el espacio íntimo de la casa como el territorio alternativo de subjetividad de estos infrecuentes seres, y a la vez reproductor del espacio del Edén. Otorga un valor fundamental no sólo a los silencios, sino especialmente a los comportamientos de los cuerpos en ese espacio. Trabaja detalladamente la función del «desenfadarse», del performance y lo teatral, y nos recuerda que el teatro en primer lugar es imagen, la sugerencia de intimidad de los cuerpos semidesnudos o semivestidos, la aplicación de la utilería, la intimidad y el decoro entre macho y hembra, y especialmente el sentido de la cena-comida como ritual «familiar» y «cotidiano».

         La figura de estos dos seres sobre el fondo de la sociedad tradicionalista es una magnífica metáfora del presente en las grandes ciudades. Estimulado por la pieza, el espectador podrá preguntarse: ¿hasta qué punto la iglesia tradicionalista católica no sigue funcionando? ¿Por qué cuesta tanto producir cambios en la sociedad latinoamericana? Tal vez las fronteras entre lo claustrofóbico y lo frenético, lo ocultismo y lo transferido en el ADN, lo espiritual y lo teatral sean definitivamente disueltas en esta propuesta. El teatro reciente en México parece desarrollar sus fuerzas hacia un nuevo paradigma. Pieza extraña llena de preguntas y profundidad filosófica, Dinner after shave es sin duda una de las grandes y raras creaciones del teatro independiente actual mexicano. Desde un lenguaje innovador, mantiene viva la tradición del mejor teatro experimental de análisis y crítica social.